07 de noviembre, 2013
¡Buen día!
¡Qué
maravillosa experiencia hemos vivido esta semana!
El genial
escritor José Ignacio Valenzuela, estuvo de visita en el Colegio Consa este martes 5 de noviembre.
La
Editorial Alfaguara ha llevado al carismático
escritor por diferentes ciudades de Latinoamérica para promocionar en los colegios su más reciente entrega
literaria: La Trilogía del Malamor.
¡Y esta
semana nos ha tocado a nosotros!
La Trilogía
del Malamor, esta fabulosa saga juvenil no
solo ha atrapado a jóvenes y chicos, también padres y madres hemos
quedado enredados en las ramas y raíces de la fascinante Rayén!
Hacia el fin del mundo, La raíz del mal y El árbol de la vida, son los tres
fabulosos ejemplares que forman esta
seductora trilogía colmada de intriga, pasiones, hechizos y maldiciones.
Este
visitante estelar, nos regaló una mañana salpicada de literatura, de leyendas, de
relatos, de memorias.
El Chascas,
como también se le conoce, nos transportó a su Chile natal, a su infancia, y
con la genialidad que lo caracteriza nos contó cómo, por qué y por culpa de
quién se hizo escritor.
Nos relata
que siendo un chico de unos siete u ocho años, debe quedarse después de clases en casa de su abuela, pero ¡alto!
¡Ella no es la abuelita legendaria de cabello blanco atado en un moño, regordeta, de anchas vestiduras y cómodas chanclas que cubren sus cansados pies!
¡Ella no es la abuelita legendaria de cabello blanco atado en un moño, regordeta, de anchas vestiduras y cómodas chanclas que cubren sus cansados pies!
¡Es una súper,
notable, especial y singular abuela! Vestida con minifalda y peinado tan consistente
y elaborado que el pequeño Chascas se queda maravillado al ver que ni una sola
hebra de cabello se atreve a moverse de
su lugar!
Este
chiquillo callado y nerd (como él mismo se describe), en cuanto llega de la
escuela raudo y veloz se sumerge en sus cuadernos y libros escolares para realizar
sus deberes, los del día siguiente, los de la semana siguiente, los del mes siguiente…
La
particular abuela preocupada por el silencioso niño, decide acercarse para ver
si puede arrancar alguna palabra de los labios del pequeño.
-Hola- le dice
la abuela.
-Hola- le contesta
el niño.
Alegre
porque el chico ha hablado, la original abuela se aproxima a un
ventanal que se encuentra oculto tras
unas pesadas cortinas las cuales
descorre revelando un hermoso patio con
un gran árbol en el centro (el árbol de la plaza de Almahue), la excepcional abuela le pide que describa el
árbol sin decir ni tronco, ni ramas.
Gran desafío
para un chiquito de ocho años, pero lo
logra, describe el árbol (espero no equivocarme,
no tomé notas de nada de esto, está todo en mi memoria):
-Es una
gran planta de madera que termina en hojas- le dice el Chascas.
La abuela está contenta. ¡El chico sabe expresar lo que piensa, y qué bien lo hace!
Entonces le regala al pequeño una libreta para que allí anote todo aquello que se agita, que corre, que desespera por salir de su cabecita!
Entonces le regala al pequeño una libreta para que allí anote todo aquello que se agita, que corre, que desespera por salir de su cabecita!
¡Gracias a
esta abuela extraordinaria, hoy disfrutamos desde mi punto de vista, del más genial,
fecundo, creativo e inagotable joven escritor de nuestro continente!
Dejo para contarles
mañana lo que opina el Chascas sobre la
Literatura Infantil y Juvenil, de cómo
estas historias, estas aventuras pueden llevarlos a ese mundo ideal de “cosas que no existen”…
Minerva Cecilia