En La Habana, Cuba, entonces provincia española de ultramar, nació,
el 28 de enero de 1853, José Julián Martí Pérez.
Hijo de Mariano Martí Navarro, natural de Valencia y de Leonor Pérez
Cabrera, de Tenerife, Islas Canarias. Se dedicó a la poesía desde muy joven. Y a la
vez, estudió en la Universidad de Zaragoza las
Licenciaturas de Derecho y de Filosofía y Letras.
Su
literatura es de una gran sencillez y ternura, con un gran
manejo del vocabulario castellano.
Fue un
escritor que representó la transición americana entre el
romanticismo y el modernismo literario. Y el modernismo de
José Martí se opone a la literatura cargada de artificios
de su época.
A continuación te dejo uno de sus poemas más famosos:
Cultivo
una Rosa Blanca
Cultivo una rosa blanca
En junio como en enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.
En junio como en enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.
La Edad de Oro, fue una revista mensual que Martí publicó para los niños, y para las niñas. Como tenía tantas responsabilidades tuvo que suprimir la publicación de la misma.
El primer número de La Edad de Oro fue publicado en julio de 1889 en Nueva York.
A continuación la introducción de este primer número:
A los niños que lean “La Edad de Oro”
Para los niños es este periódico, y para las
niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la
tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte,
de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno,
inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que
cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o
cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño
crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña
nace para madre. Este periódico se publica para conversar una vez al mes,
como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana;
para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y
jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para
ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo
que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. Les vamos a
decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los
hombres hasta ahora.
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Para eso se publica La Edad de Oro: para que los
niños americanos sepan como se vivía antes, y se vive hoy en América, y en
las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las
máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que
cuando el niño vea una piedra de color sepa porqué tiene colores la piedra, y
que quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos
donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les
hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más
raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más
linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del
mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para
cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran descansar. Para los
niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños
son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa
de su corazón.
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Cuando un niño quiera saber algo que no este en
La Edad de Oro, escríbanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros
le contestaremos. No importa que la carta venga con faltas de ortografía. Lo
que importa es que el niño quiera saber. Y si la carta está bien escrita, la
publicaremos en nuestro correo con la firma al pie, para que se sepa que es
niño que vale. Los niños saben más de lo que parece, y si les dijeran que
escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Por eso La Edad
de Oro va a tener cada seis meses una competencia, y el niño que le mande el
trabajo mejor, que se conozca de veras que es suyo, recibirá un buen premio
de libros, y diez ejemplares del número de La Edad de Oro en que se publique
su composición, que será sobre cosas de su edad, para que puedan escribirla
bien porque para escribir bien una cosa hay que saber de ella mucho. Así
queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y
lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros.
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Las niñas deben saber lo mismo que los niños,
para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es
una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar,
porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de
modas. Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor,
y para ellas las escribiremos de modo que les gusten; porque La Edad de Oro
tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las almas de las niñas sucede
algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan curioseando por entre
las flores. Les diremos cosas así, como para que las leyesen los colibríes si
supiesen leer. Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una
violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los
encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus cartas, y preguntarnos
cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la competencia cada
seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!
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Lo que queremos es que los niños sean felices,
como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un
niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo
viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: "¡Este hombre de La Edad de
Oro fue mi amigo!"
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