La celebración del día del libro surge a principios del siglo XX en Cataluña, España , cuando el escritor valenciano Vicente Clavel Andrés la propuso a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona. Poco después, en 1930, se instaura definitivamente la fecha del 23 de abril como Día del Libro. Pero no es hasta 1995 cuando la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) proclama esta fecha como "El día Mundial del Libro y del Derecho de Autor".
Este día es especial para la literatura del mundo porque este día, en 1616, murió Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el poeta Garcilaso de la Vega, El Inca. El 23 de abril es también la fecha de nacimiento de otros autores, como Maurice Druon, K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla y Manuel Mejía Vallejo.
En 2012 se celebró además el 80º aniversario del Index Translationum. Es un repertorio de obras traducidas en todo el mundo, una bibliografía internacional de traducciones. Fue creado en 1932.
El 23 de abril coincide con Sant Jordi (San Jorge), patrón de Cataluña y Aragón y es tradicional que los enamorados y personas queridas se intercambien una rosa y un libro.
Por eso hoy les regalo una rosa y un fragmento de "Romeo y Julieta" de William Shakespeare, así como un enlace a la página de la Biblioteca Cervantes Virtual, para que disfruten de Don Quijote de la Mancha narrado por Camilo García Casar.
¡Feliz día del libro!
Romeo y Julieta de William Shakespeare
Fragmento
Romeo y Julieta acto II escena II en el jardín de los Capuleto
Romeo:-
¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el
Oriente, y Julieta, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa
luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has
aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal
es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo!
¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… Habla… más nada se escucha; pero, ¿qué
importa? ¡Hablan sus ojos; les responderé!…Soy demasiado atrevido. No es a mi a
quien habla. Do de las más resplandecientes estrellas de todo el cielo,
teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su
retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en
su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzarían a esos astros, como la luz
del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celestial unos
rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo
llegada la aurora!… ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo
apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder
tocar esa mejilla!
Julieta:-
¡Ay de mí!
Romeo:-
Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces
tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos
estáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para
verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno
del aire.
Julieta:-
¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre;
o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.
Romeo:-
(Aparte) ¿Continuaré oyéndola, o le hablo ahora?
Julieta:-
¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco!
¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna
que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo
que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra
denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin
este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a
cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mi toda entera!
Romeo:-
Te tomo la palabra. Llámame sólo "amor mío" y seré nuevamente
bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
Julieta:-
¿Quién eres tú, que así, envuelto en la noche, sorprendes de tal modo mis
secretos?
Romeo:-
¡No sé cómo expresarte con un nombre quien soy! Mi nombre, santa adorada, me es
odioso, por ser para ti un enemigo. De tenerla escrita, rasgaría esa palabra...
¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has
aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… Habla… más nada se escucha; pero, ¿qué
importa? ¡Hablan sus ojos; les responderé!…Soy demasiado atrevido. No es a mi a quien habla. Do de las más resplandecientes estrellas de todo el cielo,
teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzarían a esos astros, como la luz
del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celestial unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo
llegada la aurora!… ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder
tocar esa mejilla!
¡Ay de mí!
Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos
estáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno
del aire.
¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.
(Aparte) ¿Continuaré oyéndola, o le hablo ahora?
¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco!
¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mi toda entera!
Te tomo la palabra. Llámame sólo "amor mío" y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
¿Quién eres tú, que así, envuelto en la noche, sorprendes de tal modo mis secretos?
¡No sé cómo expresarte con un nombre quien soy! Mi nombre, santa adorada, me es odioso, por ser para ti un enemigo. De tenerla escrita, rasgaría esa palabra...