Nació un 29 de junio de 1900 en Lyon, Francia, desapareció en el mar Tirreno en 1944.
Novelista y aviador francés, sus experiencias como piloto fueron a menudo su fuente de inspiración. Tercero de los cinco hijos de una familia de la aristocracia, su padre tenía el título de vizconde, vivió una infancia feliz en las propiedades familiares, aunque perdió a su progenitor a la edad de cuatro años. Estuvo muy ligado a su madre, cuya sensibilidad y cultura lo marcaron profundamente, y con la que mantuvo una voluminosa correspondencia durante toda su vida.
Su interés por la mecánica y la
aviación se remonta a la infancia, recibió el bautismo del aire en 1912 y esta
pasión no lo abandonó nunca. Después de seguir estudios clásicos en escuelas católicas, trató de entrar a la Escuela Naval de París, pero no logró su objetivo y se inscribió en Bellas Artes. Pudo aprender
el oficio de piloto durante su servicio militar en la aviación, pero la familia
de su novia se opuso a que se incorporara al ejército del aire, por lo que se
resignó a ejercer diversos oficios, al tiempo que frecuentaba los medios
literarios.
El año 1926 marcó un giro
decisivo en su vida, con la publicación de la novela breve El aviador, en el periódico Le Navire D´argent de J. Prévost, y
con un contrato como piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de
entonces, a cada escala del piloto correspondió una etapa de su producción
literaria, alimentada con la experiencia. Mientras se desempeñaba como jefe de
estación aérea en el Sahara español, escribió su primera novela, Correo del Sur (1928).
La escala siguiente fue Buenos
Aires, al ser nombrado director de la Aeropostal Argentina, filial de la
Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red de América Latina. Tal es
el marco de su segunda novela: Vuelo
nocturno.
En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de prueba y efectuó varios intentos de récords, muchos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.
En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de prueba y efectuó varios intentos de récords, muchos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.
Durante la Segunda Guerra
Mundial luchó con la aviación francesa en misiones peligrosas, en especial
sobre Arras, en mayo de 1940. Con la caída de Francia marchó a Nueva York,
donde contó esta experiencia en Piloto
de guerra (1942). En Estados Unidos se mantuvo al margen de los
compromisos partidistas, lo que le atrajo la hostilidad de los gaullistas. Su
meditación se elevaba por encima de la historia inmediata: sin desconocer las
amenazas que la época hacía pesar sobre el "respeto del hombre", como
lo relata en Carta a un rehén
(1943), optó por la parábola con El
principito (1943), una fábula infantil de contenido lírico e ilustrada
por él mismo, que le dio fama mundial.
A partir de 1943, pidió
incorporarse a las fuerzas francesas en África del Norte y retomó las misiones
desde Cerdeña y Córcega. En el transcurso de una de ellas, el 31 de julio de
1944, su avión desapareció en el Mediterráneo. Los cientos de páginas de La ciudadela, suma alegórica que
permaneció inacabada, fueron publicadas póstumamente en 1948. La prosa de
Saint-Exupéry impresiona por un rigor en el que la desnudez retórica asegura la
eficacia del relato de acción. Saint-Exupéry mostró siempre que el hombre no es más que
lo que hace.